31 ene 2012

Banco Nacional de España: Tu único banco y el de todos los españoles

Cuando un edificio ruinoso amenaza siniestro con desplome, se derriba preventivamente. El grave peligro para los que lo habitan o para los transeúntes así lo obliga. Y si el servicio que prestaba el edifico se considera imprescindible, se construye uno nuevo en su solar. Las causas de la ruina pueden ser una mala construcción o el escamoteo de materiales por un excesivo ánimo de lucro a corto plazo. A veces la causa es ordinaria, cuando el envejecido edificio ha rebasado con creces el tiempo de vida útil económica para el que fue proyectado.

Si actualmente existe una construcción ruinosa por escamoteo de materiales, que haya rebasado el tiempo de servicio para el que fue proyectada en la economía mundial, es el entramado bancario y financiero. Fue retorcidamente concebido por unos pésimos custodios del dinero ajeno —de una etnia ancestral extraordinariamente dotada para la interpretación y el timo—, sólo interesados en su propio lucro. Lo edificaron los usureros europeos que inauguraron la banca moderna mediante corresponsalías familiares y raciales en toda Europa. Se hicieron después con el Banco de Inglaterra, otorgado como parte del adeudo de Guillermo III de Orange a la financiación de su guerra contra los Estuardo por parte de una guilda de banqueros judíos holandeses. Allí, en Inglaterra, inventaron el billete de banco que les permitió doblar su capital de inmediato: el oro prestado al rey, al 6% de interés, y una cuantía igual en billetes, respaldados por el oro fiado al rey, prestados a particulares a interés usurario.

Tras las maniobras políticas que dieron lugar a la caída del ancient règime, la “banca moderna” inició el acoso a los bancos centrales de los países imperiales hasta
conseguir su control y sometimiento a la incipiente banca internacional, que a partir de ahora llamaremos, por derecho, Sanedrín Financiero Internacional (SFI). Para ello fue necesario a veces promover guerras en las que el SFI no dudó en financiar a ambos contendientes.

Tras la pérdida de la exclusiva de emisión de billetes, el Banco de Inglaterra optó por apropiarse del resto de la banca inglesa, lo que consumó Rothschild en 1815, comprándola a precio irrisorio tras difundir el rumor de que Napoleón había ganado la batalla de Waterloo, lo que sabía falso, informado como estaba por sus espías con un día de antelación a la llegada de noticias del continente.

El penúltimo piso del actual edificio en ruina fue el invento y usurpación, por el mismo procedimiento utilizado en Inglaterra 90 años antes, de la Reserva Federal Norteamericana, y la obtención de la exclusiva de la fabricación del dólar norteamericano bajo la Ley Marítima del Almirantazgo —imprimido en un hipotético 'ultramar'— de un 'papel sustitutivo del dinero', cuyo flete a los EEUU se cobra mediante una 'tasa federal' que los incautos y descerebrados norteamericanos creen un impuesto que pagan a su gobierno. Y el edificio monstruoso, chapucero, cuajado de grietas, encerró al mundo entero dentro, a su servicio con la riqueza acumulada de todos.

El inmueble ha dado muestras de ruina continuamente: en 1931, EEUU quebró y su gobierno hubo de ordenar la recogida todo el oro en manos de sus ciudadanos, bajo amenaza de prisión, con el fin de pagar la deuda (por acumulación de 'fletes' impagados) contraída, a través de la FED, con la banca judía, el SFI, manufacturera de los papeles verdes que fungían como dinero en los EEUU. A esto, en vez de pagar fletes, debiera llamársele comprar papel a precio de oro. La crisis, nacida con la especulación de la Gran Depresión o Crac del 29, se extendió al resto del mundo y engendró, al margen del imperialismo japonés, el fascismo italiano, en nacional-sindicalismo español y el nacional-socialismo alemán que condujeron a la II Guerra Mundial.

Vino luego el fraude de la imposición del dólar como moneda internacional, supuestamente respaldado por el oro de Fort Knox, material precioso de propiedad privada, manifiestamente escaso para tal empeño. La crisis petrolera de primeros de los 70 trajo Bretton Woods II, y el oro dejó de ser patrón de referencia y respaldo del dólar, que flotó libremente sostenido por la potencia financiera de la City de Londres y Wall Street, que recurrían abiertamente a las armas norteamericanas cuando algún negocio se les torcía.

El penthouse o ático del edificio se construyó en 1999, cuando Bill Clinton fue persuadido por el SFI para decretar la prohibición de que los derivados financieros pudieran ser jamás regulados por ley, lo que permitió la imposición de un sistema financiero globalizado especulativo-usurario y la expansión del dólar hasta cifras absurdas, mastodónticas: con una economía mundial de 65 billones de dólares anuales y un valor de las empresas cotizadas en todos los parqués del mundo de 85 billones, se produjeron 650 billones en derivados financieros sobre acciones y 915 billones en derivados de divisas. La mayor creación de dinero vista jamás en el mundo con las peores consecuencias: una crisis mundial de salida imposible.

Aunque el edificio ha sido sobrecargado en cien veces su resistencia y multitud de grietas en sus elementos de sustentación amenazan con un desplome inminente, los gobiernos del mundo, igual que en su día hizo Guillermo III de Orange, esperan que el SFI les siga financiando su negligente gestión. Tal indignidad nace no sólo de su incompetencia, sino también de la corrupción de la casta política profesional, que no duda en ponerse al servicio del SFI a cambio de alguna gratificación dineraria.

El edificio se cae. Y lo peor es que, si no somos conscientes de ello, va a pillarnos a casi todos dentro. Lo primero para salvar la vida en caso de derrumbamiento de un edificio es escapar a la calle y no volver a entrar, dormir al raso, bien lejos de la zona de proyección de los cascotes. La metáfora se traduce en mantener todo nuestro dinero fuera de los bancos, en papel moneda o invertido en metales preciosos. Para su conservación fuera del alcance de los amigos de lo ajeno, y me refiero a los bancos más aún que a los ladrones, están las cajas de seguridad y los sistemas de alarma.

Una vez fuera de la zona de peligro, hay que advertir a gritos a los aún habitantes del edificio poco avisados y a los transeúntes despistados que transitan por las proximidades para que se alejen de la zona de riesgo. Y luego exigir cada quién a su gobierno respectivo que el edificio corroído sea dinamitado —con thermite a ser posible, con lo mismo que el SFI mandó derribar las Twin Towers en 2001— y en su lugar se construya otro de acero estructural de alta resistencia. Y eso es la metáfora de la nacionalización integral de la banca no sólo española, sino europea. Nuestra predicción a medio plazo (que coincide con la de algunos centros de estudios, que prevén la nacionalización de 50 importantes bancos en Europa este año) y nuestro deseo a corto es que Europa entera nacionalice la banca. Un solo Banco Central Europeo suministrará todo el dinero necesario a los bancos nacionales, que operarán en sus territorios respectivos en régimen de monopolio.

Creemos, al igual que Joseph Stiglitz, Premio Nobel de Economía por su teoría de la información asimétrica —judío por cierto, como casi todos los que entienden de verdad, para bien o para mal, de finanzas y monetarismo—, que una banca nacional es el mejor ente para financiar a particulares y empresas, y el más sólido lugar donde depositar nuestros ahorros(2). Millones de los recientemente estafados con las acciones preferentes de sus bancos 'de toda la vida' darían cualquier cosa por poder atrasar el reloj y depositar sus ahorros en una simple cuenta corriente del Banco de España.

Cuando un banco estatal emite dinero, por ejemplo para financiar una inversión pública, lo hace en nombre de todos nosotros, los ciudadanos. El dinero emitido es de nuestra propiedad desde el momento de su misma creación en idéntica cuantía para cada español, tanto si es rico como pobre. Es decir: si el Banco Nacional de España emitiera 45.000 millones de euros para invertir en infraestructuras, supondría que ha creado 1000 euros para cada español, pero no los ha repartido, sino que los entrega al Estado en su nombre para que éste los transforme en carreteras o en vías de ferrocarril que serán de todos ellos. Así, cada euro que se crea ex-novo lo es en justicia natural. Por eso, no solo los banqueros, sino todos los ricos en general se ponen granas de ira cuando oyen hablar de tamaña 'locura'. En vez de ese justo sistema, prefieren los pudientes que sean los bancos los que creen el dinero de la nada, multiplicando el realmente existente por 50 y lo presten a interés al Estado o los particulares y empresas para que éstos, a su vez, lo inviertan. ¿A quién se le ocurre que este sistema pueda conducir a otra cosa que al expolio absoluto de un país a largo plazo?

Pues bien: a pesar del inmenso negocio regalado a la banca —y nos referimos sólo a la cateta banca española que multiplica el dinero por cincuenta, no a la internacional que lo crea de la nada más absoluta—, ésta es tan incompetente que está en quiebra general y ha requerido de la ayuda del Estado en varias ocasiones para salir adelante. Y el Estado se la ha prestado, a pesar de tratarse de un conjunto de sociedades anónimas privadas, lo que es una cosa inconcebible en verdaderos representantes del pueblo, pero absolutamente esperable en 'socios y cómplices' de los banqueros y los estafadores. Se ha creado un monstruo usurero-político gigantesco —que privatiza los beneficios cuando los hay y socializa las pérdidas en caso contrario— que es insostenible a cargo de las espaldas del pueblo trabajador, constituido por los asalariados y los pequeños empresarios. Un monstruo que especula mucho más allá del orden de magnitud esperable de las cifras productivas, porque está blindado ante la Ley para sus delictivas maniobras: El 2 de septiembre de 2011, los dos partidos mayoritarios españoles —PP/PSOE— aprobaron de consuno, a hurtadillas al final de una penosa legislatura, una reforma de la Constitución que pone a España a los pies de sus acreedores de la Banca Internacional, con renuncia a la inalienable Inmunidad Soberana a que todo país tiene derecho(1), que implica la posibilidad de suspender pagos y obligar a los acreedores a renegociar la deuda en monto, plazos e intereses, como ha hecho Islandia fuera del euro o incluso está haciendo Grecia dentro del mismo. España nunca tendrá esa oportunidad, a pesar del paro real que roza los 7 millones de trabajadores y la tragedia humanitaria de casi dos millones de familias sin ingresos, que es tercermundista.

Es el sino de los españoles, héroes de opereta, cínicos pesimistas, cornudos conformados e indignados tragicómicos: dejarse llevar hasta el límite del vida o muerte hasta que el edificio se les cae encima, a partir de cuyo momento el estallido social no tiene freno y las cuestiones, da igual si son nimias o capitales, se saldan con un inmenso baño de sangre.

MESS


NOTAS: (1) Seguimos el penoso ejemplo de Argentina, que humilló su jurisdicción ante los tribunales de Londres, Francfort, Madrid, Ginebra, Lausana y Nueva York, renunciando a oponer la inmunidad soberana en todo documento suscrito con sus acreedores. Una vergüenza. En vez de seguir el ejemplo de Islandia, que mandó a tomar por culo a todos sus acreedores y puso en busca y captura por la Interpol a los delincuentes responsables de la fraudulenta gestación su deuda soberana.

(2) Y por ese camino vamos, aunque a Rajoy le pese.

Fuente: Acratas

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