1981 era una fecha clave para la incorporación de España en la OTAN y una fuga de armamento químico (cuyo uso estaba prohibido por la legislación internacional), en la base militar de Torrejón, hubiera puesto en serias dificultades dicho propósito. Esto era algo que el gobierno estadounidense no se podía permitir, deseoso como estaba de instalar bases militares de la Alianza Atlántica en un enclave estratégicamente tan importante como era, y es, España, por lo que desviar la atención de la base torrejonera era primordial. A continuación reproducimos un extracto del artículo “El síndrome de la colza: entre la distancia y la mentira" de Teresa Galeote, en el que explica cómo, fumigando una plantación de tomates con los mismos gases tóxicos que se escaparon de Torrejón, y culpando del síndrome tóxico a un aceite adulterado (que algunos de los afectados nunca tomaron), se consiguió desviar la atención de la base militar madrileña.
En el capítulo dedicado al “Síndrome Toxico”, el envenenamiento que afectó a veinte mil personas y que causó la muerte a dos mil quinientas no fue cómo nos lo contaron. Según Pérez Escolar todo fue una trama política con intereses muy concretos; la entrada de España en la OTAN. En ese sentido, un escape de gases tóxicos de la base en Torrejón era un gran inconveniente para la incorporación de nuestro país a la Alianza Militar y desviar la atención de la polémica base torrejonera era importante.
El doctor Muro contradijo los resultados dados por el laboratorio de Atlanta, ubicado en EE.UU., centro de investigación al que llevaron los datos que contenían los primeros síntomas de los afectados de la intoxicación. El prestigioso investigador no encontró en las anilinas del aceite de colza la causa del
envenenamiento, sino en una partida de tomates; concretamente en los organofosforados. Dicho compuesto se sintetizó como gas bélico durante la segunda guerra mundial y producía los mismos síntomas que los intoxicados estaban padeciendo. Muro había presenciado la autopsia de uno de los afectados y constató que el veneno se había introducido por vía digestiva y no por el aire como decían las autoridades del momento. El persistente disenso del doctor Muro y el cese como director del Hospital del Rey fue todo uno; allí realizaba sus investigaciones con un exhaustivo seguimiento de los pacientes intoxicados. Le cortaron las alas y con ello la posibilidad de que a los enfermos se les diese el tratamiento adecuado. Se ocultó, premeditadamente, que un centenar de militares de la base también sufrieron el “síndrome” y que fueron trasladados inmediatamente a hospitales de EE.UU. y de Alemania.
Un accidente de esas características en la base militar, cuando la opinión pública y los partidos de la oposición de izquierdas estaban en contra de dichas instalaciones, ponía en peligro el ingreso de nuestro país en la OTAN. Para tan eficaces estrategas, era necesario desviar la atención y estudiar la fórmula más efectiva de hacerlo; el mortal gas reconvertido en insecticida-pesticida llegó a cierta plantación de tomates de Roquetas de Mar, en Almería. La distribución posterior hizo el resto.
NO sólo fue el doctor Muro el que marcó las distancias con las tesis oficiales sino que otros investigadores, el doctor Francisco Martínez Ruiz y la doctora Maria Jesús Clavera, entre otros, también discreparon de la versión oficial ofrecida. Después, un muro de silencio y complicidad se alzó para dar cobertura a unos planes muy bien trazados desde las cloacas del poder. No importaban las víctimas. La entrada de España en la OTAN estaba en juego y lo demás poco importaba para los mal llamados Intereses de Estado.
Para más información os recomendamos la lectura del libro "La CIA en España" de Alfredo Grimaldos, donde dedica un capítulo entero a este trágico hecho.
Fuente: Antimperialista
No hay comentarios:
Publicar un comentario