19 nov 2011

20N: Razones para no votar Las tres dietas

El problema crítico de España es fiscal: El Estado no recauda suficiente y gasta cada día más en esta coyuntura económica, reforzada por la tendencia a medio y largo plazo, debida al envejecimiento poblacional. Aunque se trata de un problema generalizado en todos los países occidentales, cuando los dirigentes políticos son tan incompetentes como en el caso de España (el PP está al mando de muchas autonomías cometiendo los mismos errores que el PSOE), esa tendencia general, agravada por la coyuntura particular, puede devenir en una catástrofe, en un estallido social, como sucede ahora mismo en Grecia. La principal consecuencia del problema fiscal es que la deuda soberana española, como la del resto de las naciones "cerdas", ha dejado de ser considerada como de bajo riesgo.

Cuando, para cubrir el déficit fiscal, el Estado copa con su deuda pública demasiado dinero en detrimento del crédito a las empresas, se acaba por debilitar el tejido industrial, se crea más paro y se disminuye la recaudación como un efecto espiral centrípeto, al tiempo que se induce la fuga de capitales, que es lo que está pasando ahora mismo en la Bolsa española. La solución a la coyuntura de España no puede ser, por lo tanto, aumentar la presión fiscal (como ha venido haciendo el Gobierno Zapatero), sino adelgazar el consumo del Estado, ponerlo a dieta. Pero hay que saber escoger a qué dieta.

La dieta del Gobierno Zapatero ha sido puramente cosmética y podría
calificarse como oriental: consiste en fingir que se toman medidas sin hacer nada, en no gobernar, en no comprometerse, en que el tiempo vaya pasando y en que acabaran por llegar las próximas elecciones para tratar ganarlas evitando la impopularidad. Pero no es un plan sensato, porque cuando el Gobierno no actúa, otros lo hacen por él y se aprovechan de su inacción: los especuladores. Zapatero, tras el tirón de orejas de Obama y Merkel de mayo de 2010, ha acabado por actuar tarde, mal y ciscándose en su propio programa electoral.

La dieta de la oposición del Partido Popular es una dieta clásica, y se basa en tres pilares: Contención del gasto público (rebajando la cobertura social, y que incluye de retruco una bajada de impuestos para todos, especialmente para los ricos, a ver si así se dignan a invertir); reforma del sistema financiero (sanear, fusionar y privatizar parcialmente las cajas de ahorros); y reforma laboral (contrato único con despido barato). El proyecto habría funcionado de haberse puesto en marcha a primeros de 2008 (es el proyecto tipo "solución final" para el cual se ha diseñado esta crisis entera, crisis que busca la anulación de las conquistas sociales europeas, de la socialdemocracia a la sueca, último vestigio de la influencia del socialismo real de la URSS); pero haciendo recaer el costo de toda la crisis sobre las clases mas desfavorecidas, las trabajadoras, y evidencia la servidumbre voluntaria y la ideología del Partido Popular. De todos modos, Zapatero ha perdido tanto tiempo, los españoles le han tolerado tanto esperando a que escampe, que ahora ya es demasiado tarde incluso para ese proyecto dietético neo-liberal.

La dieta de Ácratas es otra bien diferente que calificaremos como dieta radical o revolucionaria. Es drástica, sí; pero permitirá la resolución simultánea de todos los problemas endémicos de España: la reconstrucción del Estado (uno bien diferente del actual, que vive de espaldas a su pueblo) y su fortalecimiento, su fraguado hormigonero a prueba de bombas para siempre:

—En España eso pasa por suprimir todas las absurdas, despilfarradoras e inútiles autonomías en que hozan los sinvergüenzas; arrasar las enfermizas paranoias anti-españolas oponiéndoles raciocinio, y nunca españolismo; y dejarse de quimeras sobre las figuradas ventajas de la "proximidad de la Administración al ciudadano", que sólo encubren una represión aún mayor, tanto fiscal como de derechos fundamentales. Si, a pesar de su absurdidad, la burguesía de alguna región quiere autonomía, que se la financie ella, no el resto de los españoles. Cuando vean que significa pagar un 30% más de impuestos los más ricos, ya veremos qué opinan los catalanes, los vascos y los gallegos. El resto, españoles de a pie y basta, pero con los impuestos bajísimos.

—En España eso pasa por expulsar del Estado a los partidos, a los sindicatos, a las patronales y a las empresas; por despedir fulminantemente a la pléyade de falsos asesores de altos cargos que cobran del Estado para trabajar en su partido (que ya cobra a su vez del Estado para pagarles el sueldo, corrupción sobre corrupción). Todos los mencionados deben financiarse por su cuenta y riesgo. O cerrar sus garitos, como hacemos los españoles autónomos arruinados con los nuestros.

—En España eso pasa por acotar superiormente la prestación por jubilación de políticos y altos cargos del Estado. Nadie puede cobrar del Estado más de 24.000 euros al año. El que quiera más, que se haga un fondo de pensiones privado.

—En España eso pasa por intervenir las cajas de ahorros y ponerlas bajo la durísima férula del Banco de España, convertir todas sus oficinas en propias del ICO y dejar sin rescates con dinero público a los bancos de Botín, González, March, Blesa y demás ladrones de cuello blanco. Que, a causa de su mala gestión, se arruinen solos, pero sin arrastrar a los españoles con ellos.

—En España eso pasa por reducir la jornada laboral de funcionarios burócratas que entraron en la Administración, hornada tras hornada, con cada cambio de gobierno (esos que se dedican a tramitar papeles pasándolos de una mesa a otra, que tanto sobreabundan) y, acorde con ello, sus sueldos; y por unificar los derechos de los trabajadores por cuenta ajena con el de los funcionarios del Estado. En un Estado adelgazado, raquítico, el funcionariado burócrata trabajará tres horas al día y cobrará la mitad que ahora. Y le vendrá muy bien a las funcionarias que sean madres de familia, por ejemplo, para educar de verdad a sus hijos, racionalizar y economizar en sus hogares. Y también a los papás que sean progres y compartan las tareas hogareñas con sus esposas.

—En España eso pasa por simplificar la Administración y las leyes que rigen las vidas de los españoles. Por formar a los funcionarios —y especialmente a los policías— en la idea de que son servidores del pueblo español, y no del Estado, que no debe ser más que su gestor administrativo y leal servidor; que no son represores de la ciudadanía, sino sus sirvientes. Y al que eso no le guste, que trabaje por su cuenta fuera de la Administración, pero que no viva a cargo de los impuestos de los españoles.

—En España eso pasa por salirnos urgentemente del euro (porque Europa, esclava de UK-EEUU —léase del barón de Rothschild y de toda la gentuza que fabrica de la nada la moneda internacional llamada dólar USA— desde que perdió la II Guerra Mundial, no va a seguir estas recetas) y cerrar las fronteras al capital foráneo. El bloqueo de los capitales, en domingo por la noche, de manera supitaña, debe hacerse en bien del pueblo, y no de los especuladores.

—En España eso pasa por cambiar el régimen monárquico corrupto por una República con independencia rigurosa de poderes del Estado desde las propias urnas y con un control garantista de los ciudadanos a sus representantes políticos, que deben estar sujetos mediante mandato imperativo asambleario en sus circunscripciones.

—En España eso pasa por recuperar la dignidad nacional, que no es más que recuperar la dignidad humana de sus individuos o ciudadanos, sin quimeras identitarias ni otras esquizofrenias colectivas.

—En España eso pasa por ponerse a trabajar de verdad, y no dedicarse a dar el pelotazo especulador los unos o a rentabilizar el magro sueldo a base de absentismos, vagancias y hurtos, los otros. Para eso debe existir la conciencia de que el beneficio empresarial excesivo es tan indigno y perseguible socialmente como el préstamo con interés usurario. Los precios deben ser consecuencia de los costos más los beneficios e impuestos, y no de la oportunidad y del acaparamiento especulativo. Y así deben recogerlo las leyes.

Lamentablemente en España, a partir de un mínimo nivel en la pirámide social, en cuanto se llega al funcionariado, a las clases pasivas, al "subvencionariado", nadie está de acuerdo con nuestras tesis, porque viven como pulgas, chupando del Estado con pajita; no digamos ya más arriba, donde los parásitos son vampiros que succionan del Estado con bombas de vacío: políticos, empresarios entetados, terratenientes, nobles, altos clérigos, financieros y banqueros. Todos ellos, unos y otros a su peculiar manera, nos oprimen. Aquí abajo, nosotros, la base, los soportamos, los mantenemos a todos sobre nuestros hombros, abrumados, aplastados por su peso; exprimidos, asfixiados por sus defecciones, que nos llegan cuesta abajo.

Si no contamos con la colaboración de los negligentes y egoístas habitantes de los pisos altos, no nos queda más que una solución, que es drástica, pero acorde con la situación extrema que vivimos: escapar de la base de la pirámide y dejarla caer para que se rompa. Algunos escaparán a la fuerza, al finirles el subsidio de paro; otros, al cerrar los chiringuitos, las empresas y los negocios en los que pierden dinero, esos que no dan más que disgustos; y todos al retirar nuestro dinero de los bancos, al despreciar la falsa democracia oligocrática escupiendo en sus urnas corruptas, al manifestarnos todos y cada uno de nosotros individualmente mediante un discurso preciso y coherente, para impulsar a los demás oprimidos a que abandonen también ellos la base de la pirámide. En resumen: al empeñarnos en la peligrosa pero ineludible batalla de la rebelión civil y la insumisión fiscal. La hora de los héroes ha llegado. Que los dioses nos protejan.

Fuente: Ácratas

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