José Luis Sampedro
Al Presidente del gobierno de España Y al resto de las señorías que portan la representatividad parlamentaria. 
Señor  presidente, permitanme dirigirme a usted para comentarle mis más  profundas inquietudes que, por mi honor y conciencia, me impiden  quedarme al margen de los hechos relativos a nuestra Constitución  amenazada por una vergonzosa e imborrable mancha.
Habéis realizado  un gobierno durante sus dos legislaturas en las que muchos podemos  estar en contra o a favor de su gestión frente del ejecutivo que  preside. Habéis cometido aciertos y errores, estos últimos  desgraciadamente más numerosos en su último periplo presidencial. Sus  gestiones pueden ser criticadas o avaladas desde todos los frentes que  los ciudadanos deseen pronunciarse.
¡Pero que mancha de cieno  sobre vuestro nombre -iba a decir sobre vuestro reino- puede imprimir  esta abominable reforma constitucional! Por lo pronto usted decide  reformarla mediante una llamada telefónica al señor Mariano Rajoy,  presidente del principal partido de la oposición, tomando ambos la  representatividad parlamentaria como un absolutismo de dos dirigentes,  dando bofetada suprema a toda justicia. Y no hay remedio, España  conservará esa mancha sobre su carta magna y la historia consignará que  semejante crimen social se cometió al amparo de vuestra presidencia.
Puesto  que ha obrado tan sin razón, hablaré. Prometo decir toda la verdad y la  diré si antes no lo hace el tribunal con toda claridad.
Es mi  deber: no quiero ser cómplice. Todas las noches me desvelaría el  espectro de la ciudadanía que 
expía a lo lejos cruelmente ultrajada, una  reforma que no ha decidido.
Por eso me dirijo a vos gritando la  verdad con toda la fuerza de mi rebelión de hombre honrado. Estoy  convencido de que la ciudadanía no ignora lo que ocurre, entonces ¿a  quién denunciar este afrenta malhechora de verdaderos culpables sino al  primer soberano de la carta magna, al Pueblo?
Ante todo la verdad acerca de nuestra carta magna y su proceso de reformarla.
Nuestra Constitución, nacida en 1978, promulga en sus artículo primero del título preliminar:
“España  se constituye en un Estado social y democrático de Derecho, que  propugna como valores superiores de su ordenamiento jurídico la  libertad, la justicia, la igualdad y el pluralismo político”.
Agentes  externos a nuestro ámbito constitucional, la señora Merkel y el señor  Sarkozy, han dictado los cambios que usted promulga, auspiciados aún si  cabe por entidades externas y opacas a la ciudadanía, no sólo de nuestro  Estado, sino del resto de los ciudadanos miembros de la Unión Europea.
Señor presidente del gobierno y señor presidente del principal partido de la oposición:
No  recuerdo que en ninguna de las legislaturas, en las que ustedes han  sido elegidos como representantes de los ciudadanos (ni anteriormente  tampoco), hubiese en algún proceso electoral papeletas para proceder a  legitimar a estas personas (la señora Merkel y el señor Sarkozy) sobre  nuestro ordenamiento legal, jurídico y constitucional.
Igualmente me consta, en ninguno de sus respectivos programas electorales, ninguna intención de reformar la Constitución.
Ante  este hecho y sus intenciones, ustedes han puesto la forma política  dictada por la Constitución (representación parlamentaria) muy por  encima de la soberanía establecida en la carta magna (el pueblo)  documento que regula las normas y convivencia en nuestra nación.
Al  ejercer su disciplina partidista, sr. Zapatero y sr. Rajoy, en la que  los señores y señoras parlamentarias únicamente promulgan el deseo de  sus líderes (en el presente caso ustedes), vuestras señorías son  responsables y ejecutores del crimen que les expongo.
De forma  sorpresiva, en periodo estival, con un Parlamento en funciones, donde  las señorías preparan las maletas fuera del hemiciclo ante la próxima  cita electoral, ustedes pretenden modificar la Constitución sin  consultar a sus soberanos.
Ustedes sobrepasan con sus intenciones  el artículo primero del título preliminar de nuestra constitución. Su  reforma no es para un “Estado social” y sus formas no son, ni mucho  menos, “democráticas de Derecho”.
Tal es la verdad, señores  parlamentarios, verdad tan espantosa, que no dudo de que quede como una  mancha en vuestra representatividad. Supongo que no tengáis ningún poder  en este asunto, que seáis prisioneros de los mercados y de los poderes  que os rodean; pero tenéis un deber de ciudadano en el cual meditaréis  cumpliéndolo, aunque dudo que honorablemente. No creáis que desespero  del triunfo; lo repito con una certeza que no permite la menor  vacilación; la verdad avanza y nadie podrá contenerla.
Hasta hoy  no perpetrabais el proceso, pues hasta hoy no han quedado deslindadas  las posiciones de cada uno; a un lado los culpables, que no quieren la  luz; al otro los justicieros que darán la vida porque la luz se haga.  Cuanto más duramente se oprime la verdad, más fuerza toma, y la  explosión será terrible. Veremos como se prepara el más ruidoso de los  desastres.
Señor Presidente, concluyamos, que ya es tiempo.
Yo  acuso al Banco Mundial, FMI, OCDE y demás organizaciones  supranacionales y externas al gobierno europeo de ser los organizadores  de este crimen. Ninguna de ellas elegidas en representatividad por el  Pueblo de un Estado, el nuestro, sobre el que quieren reformar la  Constitución.
Acuso a la UE y al BCE de ser garantes dentro del territorio europeo de este complot.
Acuso a Standard & Poor’s y a Moody’s como cómplices y beneficiarios de este acto.
Acuso al conjunto de la banca europea y nacional como lobby cómplice y beneficiarlo de esta infamia.
Acuso a la señora Merkel y al señor Sarkozy por inducir a perpetrar este vil atentado a nuestra soberanía.
Acuso  a aquellas empresas que junto con la banca presionan a sus señorías  para dejar de ejercer la representatividad de sus soberanos,  ejerciéndola sobre sus intereses económicos.
Acuso a aquellos  políticos cuyo máximo interés es mantenerse en el cargo que ejercen a  cualquier precio, tan indignantes como el del crimen que nos ocupa.
Y  por último: les acuso a ustedes por proponer esta modificación de  espaldas a la ciudadanía. Ciudadanía que avala, es garante y soberana  tanto del Estado español como de su carta magna. Ustedes que, mediante  una simple llamada telefónica, ultrajan la inviolabilidad de una  Constitución, inviolabilidad que defendieron cuando no se han atrevido a  mantener su vigencia, adecuándola a las realidades sociales. Ustedes  que juraron o prometieron sobre ella.
Se atreven a modificar el  máximo documento del Estado en aras del “Mercado”. Mercado al que  pretenden calmar mientras las voces del pueblo son ignoradas o  silenciadas.
Puede que éste crimen ejerza el efecto que ustedes  esperan, pero no ignoren las victimas consecuentes. Habrán convertido la  Constitución en un simple panfleto al que poner a cotizar en los  mercados de valores, habrán convertido el espíritu de la transición  española no en un garante de paz y democracia social como fue en su día,  sino en un mero informe de resultados macro-económicos. Y habrán  convertido a la ciudadanía española en un pueblo sin su máximo referente  de legalidad moral y convivencia al subvertir los valores representados  en ella por cifras monetarias inducidas fuera del espíritu en el que se  redactó.
Distinguidas señorías, en nuestro Estado, no sólo hay  que ser demócrata, también hay que parecerlo y sus formas distan mucho  de ello. Desde hace mucho tiempo no resuelven entre ustedes la  composición del Tribunal Constitucional y resulta que sí resuelven en  minutos modificar el texto sobre el que basar sus juicios. Lo dicho  señorías, también hay que parecerlo.
Sólo la ciudadanía tiene el  derecho, tiene el deber, de mantener vigente este documento, ustedes han  de darles los medios. Ustedes, la clase política, que no sólo por  activa ahora perpetran este crimen que nos ocupa, sino que por pasiva en  las últimas décadas no han dado un paso para mantener su vigencia, y  mucho menos aún, consultar al Pueblo al respecto.
No ignoro que,  al formular estas acusaciones, arrojo sobre mí el peso y decisión del  máximo soberano del Estado del cual ustedes se supone que representan. Y  voluntariamente me pongo a disposición del Pueblo.
En cuanto a  las personas a quienes acuso, debo decir que ni las conozco ni las he  visto nunca, ni siento particularmente por ellas rencor ni odio. Las  considero como entidades, como espíritus de maleficencia social. Y el  acto que realizo aquí, no es más que un medio revolucionario de activar  la explosión de la verdad y de la justicia.
Sólo un sentimiento me  mueve, sólo deseo que la luz se haga, y lo imploro en nombre de la  ciudadanía, que ha sufrido tanto y que tiene derecho a ser feliz. Mi  ardiente protesta no es más que un grito de mi alma. Que se atrevan a  llevarme a los ciudadanos y que me juzguen públicamente.
Fuente: http://www.acordem.org/2011/08/28/yo-acuso/ 
 
 
 
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