9 jul 2011

Hablando en Plata

Os voy a hablar claro, españoles: la mayor parte de vosotros sois una caterva de hijos de puta que no os ocupáis ni un minuto en vuestro prójimo, excepto para envidiarlo. Y sólo unos pocos sois gente de bien. Por eso, los gobiernos mantienen el garrote en una mano mientras, con la ley en la otra, os esquilman como a siervos. Y es así, porque no entendéis otro lenguaje, ni respetáis otro derecho, que el respaldado por la coerción o por la fuerza bruta.

Como confundís la libertad política con la económica, y el derecho a deponer a vuestros gobernantes con el “pásalo” en un SMS; como cualquier mérito intelectual os resbala y no reconocéis más valor que el que otorga el dinero; como confundís el libre albedrío con el desmadre del botellón, las baladronadas, el sexo ligero y el fútbol, que sólo con eso ya estáis más contentos que los curados de peste bubónica; como, en vez de la sensatez de las ideas y la razón, preferís los mezquinos sentimientos, los símbolos excluyentes y las sobrevaloradas tradiciones pueblerinas; como andáis en lo político, en lo social y en lo económico menos orientados que girasoles en un eclipse, y actuáis siempre en función de vuestros coyunturales intereses; como sois, en fin, así de cutres, os merecéis la clase política que os gobierna, que os engaña y os chulea, y ante cuyos excesos sólo os cabe cambiar cada cuatro años de proxeneta que venda vuestros culos, que suele ser siempre peor que el anterior, porque sabe que vuestra única alternativa es el chulo cesante, que será aún más malo cuando regrese en consuetudinaria alternancia; y porque saben ambos que, en este proceso iterativo, vuestros culos huelen cada vez peor.

Sabed que los políticos son y están obligados a ser siempre amorales porque, de no serlo, no llegarían al poder, y de llegar, lo perderían ipso-facto, víctimas de un atentado, una revuelta o un accidente; y también son amorales porque no es a la gente honrada a la que escogéis para que os lidere y dirija vuestros destinos, sino a una chusma delincuente, carne de juzgado, cuyos rostros, gestos y palabras apenas pueden ocultar el oportunismo, la indecencia y lo temporal de sus intereses personales, que siempre acaban por confundir con los de la cosa pública.

No es extraño que súbditos y políticos sean esclavos y lacayos, respectivamente, del poder financiero mammonista, infinitamente más inteligente, organizado y despiadado, que sojuzga a unos y a otros mediante el arma inagotable del crédito a interés, esa monstruosidad que todos habéis asumido y disfrutado en tiempos de vacas gordas de modo manifiestamente irresponsable, infantil e interesado, y ante el que ahora os sentís más asustados que novicias tras incierto corte de la regla.

Ahora que los excesos del mammonismo oligárquico financiero podrían poner en riesgo su autoridad y su absoluto control social, no duda éste en utilizar a los entrampados e insolventes partidos en el Gobierno y en la oposición para aprobar leyes injustas que ensanchan aún más el abismo entre los ricos y los explotados; y en emplear la coerción legal, la fuerza bruta o una pandemia de diseño vírico-alarmista para la represión de los descontentos y los desesperados. Y saben que pueden obrar así porque sois cobardes, débiles, inconstantes y emocionalmente inestables. Que hasta cuando reaccionáis, como en las manifestaciones recientes, lo hacéis blandamente y se os ve más fuera de lugar que a las serpentinas en Semana Santa.

Por pura cobardía, no queréis daros por enterados de que España está administrada en realidad por una élite despótica, linajudo-financiera, convencida de que la civilización no es cosa de las masas, sino de quien las dirige. Una élite que os desprecia, sojuzga y explota, aunque se hagan retratar yendo a votar, como unos ciudadanos más; personajes que son capaces de mandar ejecutar sin piedad a quien se atraviese en su camino perfectamente trazado, mientras gritan hipócritamente: “¡Libertad, igualdad, fraternidad!” Pero ¿cómo van a creerse iguales que vosotros, si están infinitamente más formados, son más inteligentes, tienen más carácter y son mucho más decididos? ¿Cómo van a concederos la libertad si no sois capaces de organizaros para luchar por ella, si es que la llegáis a querer siquiera? ¿Cómo van a sentiros hermanos suyos si lo que les parecéis es bestias de tiro?

El mal de esta sociedad ovejuna es su falta de formación y su pereza para corregirla. Y ese mismo mal se extiende a los enlistados que los partidos extraen de entre los más sumisos del pueblo, y que son tiparracos con la misma avidez de notoriedad de las putas noveles. Razonad, cojones: Si para volar un aeroplano con 45 personas a bordo, de un aeropuerto a otro, se exige un título de comandante de aeronave y miles de horas de vuelo, ¿cómo es posible que para conducir los destinos de 45 millones de personas no haga falta ninguna clase de preparación? ¿Qué pensáis que es la democracia, más allá de la tolerancia y el consenso, o, como mucho, la imposición del criterio de la mayoría a las minorías? ¿Acaso no veis que el derecho a la libertad política se tiene que adquirir con una cierta formación personal, sabiendo al menos qué es y qué no es la democracia, y exigiéndola luego íntegra, sin admitir un no por respuesta?

Como de vosotros depende, la III República Española, que tendría que resultar de la consciencia, del esfuerzo y del sacrificio de todos los españoles, no será nunca; o peor: será falsa y estará dominada por las mismas castas de siempre. Porque, si no es en una democracia real cuyo control sea asumido cabalmente por todos los españoles, la facultad de elegir a los responsables del Gobierno y del Legislativo de la nación no es más que un señuelo para que el verdadero poder, mediante el uso de los medios formadores de opinión de que es propietario, los designe por vosotros, escogiendo a aquellos que son más corrompibles por su debilidad, por su ambición política, y por su codicia, herramientas éstas suficientes para controlar su voluntad y abortar cualquier atisbo de libertad del pueblo, porque ¡siempre sale más barato comprar que rogar!

No habrá, pues, ningún cambio político y social si no arranca desde millones de cambios personales que transformen a este pueblo lanar, pueblo asiduo a la basura como el borde de empanada, en una horda de hombres libres, de guerreros peligrosos, a los que ya no sea posible engañar ni someter nunca más. Pero habré de terminar, y bien que lo siento, hablando tan claro como empecé: eso no va a sucederos jamás.

Fuente: Acratasnew

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